lunes, 20 de junio de 2011

El mito del 10


Es parte del folclore futbolístico, realizar comparaciones entre lo que fue y lo que puede ser. En Argentina, el primer pibe que drible a más de 1 contrario cargara con el rótulo del nuevo Maradona; en Brasil, el primer menino que tire unos cuantos regates y tenga como mejor amigo el gol, se le catalogará como el nuevo Pelé; y así es en la gran mayoría de países futboleros. Colombia, con el recuerdo en el tintero de la época dorada, sigue buscando su redentor que con un 10 en la espalda calme las ansias y apacigüe los sollozos. Sin embargo, no todos confían en que ese capitán pueda llegar y enderezar el barco. 

Nuestro ilustre y retórico entrenador nacional despertó reacciones diversas a lo largo de los 46 millones de habitantes de este país con la reciente convocatoria para la Copa América en Argentina. Entre los 23 citados, brilla por su ausencia un “10” definido. Su principal discurso ha sido la obsolescencia del dorsal mágico, argumentando que “todo el que sabe jugar fútbol puede jugar de diez”, “los laterales pueden jugar de diez sin serlo” o “hay delanteros que meten buenos pases”. La retahíla ha sido constante y tediosa, tanto los mismos jugadores han servido de evangelizadores. Por otro lado, las “brillantes” mentes del periodismo en su afable y transparente tarea de transmitir conocimiento aprovechando la infinita confianza que el ciudadano promedio tiene en él, ha contagiado al mismo, haciéndole eliminar de su mente la posición en cuestión. Los ecos se escuchan: “Jugar con enganche es jugar con 10” o “El media punta no corre”, solo por decir unas cuantas máximas, o más bien, unas cuantas falacias.  

El principal sofisma en el cual incurren los detractores del aroma que destila en cada paso el inoxidable jugador número  10, es que este no se esfuerza físicamente y puede ser un lastre para el equipo. En la mente de muchos esta un hombre parado cerca del delantero, sin hacer absolutamente nada más que dar el último pase. El fútbol ha sufrido transformaciones, ha evolucionado, no se juega igual que antes. Cada decenio futbolístico es diferente. Los jugadores especialistas ya no existen. El jugador que solo está para pegar, o que solo está para pasar, o solo está para meter goles, son los que están vetustos. En el fútbol actual todo el equipo está atacando y defendiendo. Todos son uno. Es una estructura orgánica y sobretodo pensante que se mueve por contextos y situaciones. Los 11 hombres que logran asimilar y leer lo anterior, son los que juegan. Es así. No obstante, el esfuerzo físico es primordial. La competitividad ha devorado el mundo contemporáneo, y gracias a ello, el ritmo al que se mueve es mayor. Hoy en día, es vital pensar y actuar con mayor rapidez cual sea el ámbito en que se desempeñe. Y el fútbol no es la excepción. Por eso, un futbolista que no corra es inadmisible. Solo un jugador en todo el planeta está-en parte-exento de ello, y con justa razón. Volviendo al trequartista, es digno de un completo iletrado imaginarse a un jugador ser parte de un equipo comportándose como un vegetal en el campo de juego. Hoy los de arriba son los que primero defienden y los de abajo los que primero atacan. El enganche debe administrar su zona tanto en la fase defensiva como ofensiva. ¿Cómo lo hace? En la primera fase, debe aplicar vigilancias al jugador que penetre su isla, y si este de mucha influencia en el juego rival, trabar su juego. Adelantar la línea en un eventual contexto de pressing. Retrasar su posición para favorecer la transición. En la segunda fase, como tarea principal es ser diferencial. Generar líneas de pase con frecuencia. Dotar de profundidad al equipo con o sin balón.  Ofrecer una pérdida de calidad. Influir a lo ancho del campo cayendo a banda y solucionando un eventual problema. Rentabilizar la posesión en un contexto de dominio. Como ven, son varios los conceptos que el enganche debe dominar, no solo el de ser asistidor como el común piensa. 

No es imprescindible la presencia del 10, pero sí los registros que maneja y las ventajas que genera. Existen muchos equipos que juegan sin un trequartistadefinido, ya sea por concepción futbolística del entrenador o la inexistencia del jugador dentro del equipo. Dichos equipos cuentan con futbolistas que manejan los conceptos previamente dichos y logran legitimar la aclamada ausencia. Es más, consiguen liberar cargas y eliminar especialistas, lo que suma para cualquier conjunto. Sin embargo, donde existen jugadores limitados o colectivos con carencias marcadas, un jugador que acaricie la pelota un buen rato, nunca está de más.