domingo, 21 de agosto de 2011

El más regular

Mientras que la selección local encumbraba a James Rodríguez como su catapulta al título, en una muestra de la habitual soberbia brasileña -esa carismática y en parte justificada- Ney Franco afirmó que no necesitaban Neymar y Lucas para disputar la Copa del Mundo U20 que se realizaría en Colombia. En su lugar llegaban con perfil bajo Dudu y Philippe Coutinho (además de Allan y Negueba, en detrimento de Zé Eduardo y Diego Mauricio). La ausencia de las dos nuevas joyas de la canarinha le limitaron en lo futbolístico pero le dotó a Brasil de una atmósfera de discreción mediática que le permitió ir avanzando de ronda con una calma y pasmosidad poco habituales cuando el Scratch juega un campeonato continental. Claro, siempre llevan alguna perla a los campeonatos juveniles, tales como lo fueron en las últimas ediciones: Dani Alves, Sobis, Pato y Ganso. Sin embargo, esta vez Brasil era un equipo austero pero con la envolvente mística futbolera del país.

Ney Franco durante el Sudamericano U20 alineó el típico cuadrado mágico brasileño, esquema que repitió al inicio del torneo. Esta disposición le generó un embotellamiento a Brasil en zona de interiores que le facilitó la defensa al rival y los contra-ataques dada la mala gestión del carril derecho por parte de Danilo, la incapacidad de Fernando al sostener en soledad el centro del campo y el flojo repliegue de la verdeamarela. Con base en esto, Franco montó un 4-3-1-2 que era un poco más solvente en defensa aunque eso sí, más 'inofensivo' en ataque a pesar de soltar con frecuencia ambos laterales. Coutinho, el jugador llamado a comandar el equipo, se fue diluyendo a medida que avanzaban los partidos, mientras Oscar se consolidaba, dirigiendo al equipo desde la base, con y sin balón. Dicha diferencia paso  desapercibida, ya que Brasil atacaba mal, lo que siempre y sin excepción conlleva a defender mal. El exceso de verticalidad y la mala administración de espacios eran las causas, de ahí su inocuidad. Ante esto, el entrenador rearmaba todo el equipo: Danilo pasaba a la medular junto con Fernando desplazando a Casemiro a la zaga central que movía Juan Jesús  al lateral izquierdo mientras Allan ingresaba por Gabriel Silva para ocupar el lugar de Danilo, que le daba mayor consistencia al medio. Coutinho y Willian dejaban su lugar para darle paso a Dudu y Negueba que se pegaban a la cal para abrir el campo y los pasillos interiores que aprovecharian los carrileros y Oscar, dejando a Henrique como '9'. Esto les daba una pérdida de balón mucho mejor, lo que disimulaba sus carencias defensivas que fueron expuestas por Nelson Oliveira durante la Final, intenciones insuficientes ante el arsenal ofensivo que había puesto Brasil arriba y la genialidad de Oscar.

Nunca se le puede ignorar por más sencillo que sea su equipo; puede que no sean los más estéticos pero fueron los más regulares de todo el torneo y como conjunto saben competir además de saber sobreponerse a la adversidad, algo que el fútbol de dicho país agradecería en demasía dado el manojo de nervios que se han convertido sus selecciones ante la tormenta. Suman 13 títulos en Copas Mundiales, son el gigante de esto. Brasil es Brasil...Brasil es fútbol. 


*Derechos de autor de la imágen 

jueves, 18 de agosto de 2011

Ni el humano más fuerte

Según la mitología griega, los Dioses no intervienen en el reino de los mortales, estos aparecen solo cuando algo está fuera de lugar. Son demiurgos omnipresentes o “relojeros” como dirían los deístas. El Caos crea la naturaleza, los Dioses la estimulan; ellos mantienen el orden reinante, solo intervienen cuando lo consideran o los aclaman. Allí despliegan su divinidad. Si no hay necesidad de su intervención, siguen en el Olimpo, disfrutando del néctar y a la ambrosía mientras observan a los mansos terrestres que tratan en lo posible de no enfurecer a las deidades.  Nada se teme más que la ira de un Dios. Aquel desencadenamiento es el que le temen todos, nadie sin excepción escapa de esa ansiedad, por eso pocos se atreven a desafiar su divinidad.

Aquellos que osan luchar contra los poderes supremos, se atienen a las consecuencias. Y el Madrid corrió el riesgo. En su casa adelantó todas sus líneas ejerciendo un pressing medianamente intensivo sobre los jugadores y cubriendo muy bien las líneas de pase.  En adición, la ausencia de Xavi Hernández hizo que el Barça perdiera el balón con mucha facilidad. Igualmente, el mal estado físico consecuencia de la falta de ritmo del Barcelona-evidenciado en jugadores como Keita, Mascherano y Abidal-y el desentendimiento del dorsal ‘10’, le daba el escenario perfecto para que los merengues se llevaran una victoria. No fue así. Al Madrid le faltó lo que le había llevado a marcar más de 100 goles la temporada pasada: pegada. En el Bernabéu se perdió la Supercopa.

La historia no fue del todo diferente días después, ya con Xavi en el campo e Iniesta activado, el Barcelona le agregó calidad a su posesión. No obstante, el adelantado bloque del Real Madrid generó cierta laguna en el carril central que fue aprovechada por las olvidadas transiciones azulgranas que debido al rutinario tiki-taka se ignora la peligrosidad de las mismas. Igual, esto es irrelevante, debido a que lo importante estaba del otro lado. Envuelto en blanco y oro, estaba el mortal más fuerte de la actualidad y de los tantos de la historia. El ‘7’ del Real Madrid. Aquél llamado a desafiar el orden imperante. Estaba en juego el primer eslabón a la gloria, y más aún, en campo rival donde sabe mejor. Sin embargo, en Barcelona está ubicado el Olimpo del Dios blaugrana. Hablar del Camp Nou es hablar de Messi. Es la relación futbolista-estadio. Pelé y el Vila Belmiro, Maradona y el San Paolo, Henry y Highbury, Raúl y el Bernabéu, Garrincha y el Maracana, en fin: son sus casas. Conocen cada rincón. Se desenvuelven de forma diferente. Son más peligrosos. Sin embargo, El portugués y su orgullo olvidaron esto y golpeó primero. En Barcelona las cosas no son así, el caos y el posible pandemónium irritaba a su gente. Dado esto, se desató la furia divina y en un momento arregló todo. El maniobrar de los Dioses no siempre es benévolo pero su autoridad es incuestionable. A medida que el diez culé avanzaba el siete merengue se iba desparramando cual soldado perdiendo una guerra terminando de rodillas con gesto impotente diciendo: No puedo. Todo terminó ahí. No hay más análisis, por más de que se intentara, siempre sería en vano. 

Una batalla más, otra derrota más. Nunca podrá vencerlo en su casa. Es imposible. Ahí es un Dios… y ni el humano más fuerte puede con los dioses.