jueves, 18 de agosto de 2011

Ni el humano más fuerte

Según la mitología griega, los Dioses no intervienen en el reino de los mortales, estos aparecen solo cuando algo está fuera de lugar. Son demiurgos omnipresentes o “relojeros” como dirían los deístas. El Caos crea la naturaleza, los Dioses la estimulan; ellos mantienen el orden reinante, solo intervienen cuando lo consideran o los aclaman. Allí despliegan su divinidad. Si no hay necesidad de su intervención, siguen en el Olimpo, disfrutando del néctar y a la ambrosía mientras observan a los mansos terrestres que tratan en lo posible de no enfurecer a las deidades.  Nada se teme más que la ira de un Dios. Aquel desencadenamiento es el que le temen todos, nadie sin excepción escapa de esa ansiedad, por eso pocos se atreven a desafiar su divinidad.

Aquellos que osan luchar contra los poderes supremos, se atienen a las consecuencias. Y el Madrid corrió el riesgo. En su casa adelantó todas sus líneas ejerciendo un pressing medianamente intensivo sobre los jugadores y cubriendo muy bien las líneas de pase.  En adición, la ausencia de Xavi Hernández hizo que el Barça perdiera el balón con mucha facilidad. Igualmente, el mal estado físico consecuencia de la falta de ritmo del Barcelona-evidenciado en jugadores como Keita, Mascherano y Abidal-y el desentendimiento del dorsal ‘10’, le daba el escenario perfecto para que los merengues se llevaran una victoria. No fue así. Al Madrid le faltó lo que le había llevado a marcar más de 100 goles la temporada pasada: pegada. En el Bernabéu se perdió la Supercopa.

La historia no fue del todo diferente días después, ya con Xavi en el campo e Iniesta activado, el Barcelona le agregó calidad a su posesión. No obstante, el adelantado bloque del Real Madrid generó cierta laguna en el carril central que fue aprovechada por las olvidadas transiciones azulgranas que debido al rutinario tiki-taka se ignora la peligrosidad de las mismas. Igual, esto es irrelevante, debido a que lo importante estaba del otro lado. Envuelto en blanco y oro, estaba el mortal más fuerte de la actualidad y de los tantos de la historia. El ‘7’ del Real Madrid. Aquél llamado a desafiar el orden imperante. Estaba en juego el primer eslabón a la gloria, y más aún, en campo rival donde sabe mejor. Sin embargo, en Barcelona está ubicado el Olimpo del Dios blaugrana. Hablar del Camp Nou es hablar de Messi. Es la relación futbolista-estadio. Pelé y el Vila Belmiro, Maradona y el San Paolo, Henry y Highbury, Raúl y el Bernabéu, Garrincha y el Maracana, en fin: son sus casas. Conocen cada rincón. Se desenvuelven de forma diferente. Son más peligrosos. Sin embargo, El portugués y su orgullo olvidaron esto y golpeó primero. En Barcelona las cosas no son así, el caos y el posible pandemónium irritaba a su gente. Dado esto, se desató la furia divina y en un momento arregló todo. El maniobrar de los Dioses no siempre es benévolo pero su autoridad es incuestionable. A medida que el diez culé avanzaba el siete merengue se iba desparramando cual soldado perdiendo una guerra terminando de rodillas con gesto impotente diciendo: No puedo. Todo terminó ahí. No hay más análisis, por más de que se intentara, siempre sería en vano. 

Una batalla más, otra derrota más. Nunca podrá vencerlo en su casa. Es imposible. Ahí es un Dios… y ni el humano más fuerte puede con los dioses.

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