domingo, 2 de octubre de 2011

El Príncipe

París, palabra que rememora elegancia. Es más, por metonimia dicho concepto se asocia a la nación francesa, el Parc des Princes puede sustentar aquello y más con su nuevo príncipe. Aquí se presenciaría el partido del año en la Ligue 1, Paris Saint-Geirman vs Olympique Lyonnais, donde parisinos y lionénses esperaban dar el golpe de autoridad que les dejará enfilados para competir por el campeonato. 

Los de Kombouaré formaron con su típico 4-4-1-1 y sus cuatro mediapuntas: Nenê, Ménez, Gameiro y Pastore. El PSG es un equipo totalmente vertical, no hay pase atrás ni ralentización de juego. Sus cuatro jugadores de ataque son los únicos que cumplen la función de pisr el área rival. El vértigo es total y por momentos el desorden. La movilidad entre ese cuarteto en la frontal del área además de la inexistencia de un nueve fijo dada la tendencia de Gameiro de caer al carril derecho o entre líneas, genera una especie de embotellamiento que los hace espesos por momentos. No obstante, ante el Lyon la pelota tenía que llegar a la izquierda, es decir al Huesito, y desde ahí  montar juego. La jugada del entrenador caledonio se vio beneficiada por la alineación del míster del Lyon que supuso que Briand y Réveillère podrían constituir un tapón en banda derecha -al igual que Bastos y Cissokho en el sentido contrario- lo que no sucedió. La laguna que existía en la banda izquierda y la no contraposición con sus demás compañeros, que entendían que ese espacio era de Javier, le daba el contexto ideal para el jugador franquicia del club. Pastore fue la piedra angular, recibía (de Matuidi por lo general), distribuía, arrastraba marcas, bajaba a traer el balón y llegaba al área con propiedad. Así, llegando y en conducción, llegó su justo premio, el gol y un reconocimiento a su buen partido.

187 centímetros. 40 millones de Euros. 22 años. Campeón moral con Huracán y animador con el Palermo. El flaco se mueve con naturalidad y libertad por los tres carriles, aunque cuando inicia y juega con su perfil natural es donde mejor se disfruta su fútbol. De espaldas no resta continuidad, siempre hay alguna finta o un pase de primera que lo saca del embrollo. No le molesta caer a banda e intentar el 1x1. Sin embargo, es en la llegada donde Pastore es un elemento clave, ya sea desde la conducción o segunda línea. Ahí su dribble y visión de juego se imponen. En la selección de su país ha gozado de pocas oportundidades, tanto en el Mundial de Sudáfrica con Diego Maradona en el banquillo como con Sergio Batista en la pasada Copa América. A pesar de que ha demostrado entendimiento con el capitán, es poco probable que entré como habitual en el esquema de Alejandro Sabella, aunque sus actuaciones en el conjunto de la capital francesa pueden plantearle la disyuntiva al entrenador.

No es una estrella y su techo es indescifrable. Llegar al PSG fue una buena decisión. Es el emblema de un proyecto de mediano impacto de poca presión comparada con las de sus pasadas novias de mercado. Las capitales europeas tienen un club grande con un proyecto serio e influyente, París hace ya un tiempo que no lo posee. Leonardo, Makélélé, Kombouaré y sobretodo Pastore pueden ubicar, de nuevo, a la ciudad romántica en el mapa futbolero del viejo continente o al menos en la misma Francia.

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